domingo, 10 de enero de 2010

Como las grandes obras parten de un sueño, hubo alguien que unió anhelos con proyectos y cambió sus designios profesionales de infantería a cambio de un curso de pilotaje en Aéreo Club en la Perla del Pacífico. Cumplida su aspiración de tener la primera licencia de pilotos, el Capitán Colón Grijalva Herdoiza inclino mas sus ideales e insomnios hacia el apoyo aéreo para sus compañeros que atravesaban aquellos caminos largos y agrestes para cumplir su deber en guarniciones de frontera.
Tres avionetas monomotor son donadas y así pilotos y aeronaves se fundieron en una sola esperanza y emprendieron la unificación de la primera unidad militar de soldados del aire, lealmente recordada como Servicio Aéreo del Ejército (SAE).
Pasada la mitad del siglo XX, el destino de la Aviación del Ejército extiende su vuelo hacia la formación de nuevos pilotos. Siete noveles oficiales de Infantería, Caballería y Artillería fueron elegidos para ser alumnos del Primer Curso de Pilotos. Al haber culminado su período de adiestramiento y preparación, una escuadra de aviones decidió reunir en un solo puño a la geografía ecuatoriana: decolaron en la costa, atravesaron la majestuosidad de los volcanes y montañas y fueron a aterrizar en pistas cortas y rústicas construidas en el verde horizonte de la provincia de Pastaza. Desde este punto, los pilotos se desplazaban hacia todos los ángulos de nuestro territorio desplegando su apoyo a las guarniciones militares, comunidades indígenas y compañías petroleras.

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