
Tres avionetas monomotor son donadas y así pilotos y aeronaves se fundieron en una sola esperanza y emprendieron la unificación de la primera unidad militar de soldados del aire, lealmente recordada como Servicio Aéreo del Ejército (SAE).
Pasada la mitad del siglo XX, el destino de la Aviación del Ejército extiende su vuelo hacia la formación de nuevos pilotos. Siete noveles oficiales de Infantería, Caballería y Artillería fueron elegidos para ser alumnos del Primer Curso de Pilotos. Al haber culminado su período de adiestramiento y preparación, una escuadra de aviones decidió reunir en un solo puño a la geografía ecuatoriana: decolaron en la costa, atravesaron la majestuosidad de los volcanes y montañas y fueron a aterrizar en pistas cortas y rústicas construidas en el verde horizonte de la provincia de Pastaza. Desde este punto, los pilotos se desplazaban hacia todos los ángulos de nuestro territorio desplegando su apoyo a las guarniciones militares, comunidades indígenas y compañías petroleras.
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