

La infantería ha sido siempre con pocas excepciones la fuerza principal de los ejércitos a lo largo de la historia. En los antiguos imperios de Sumeria, Babilonia, Asiria y Egipto la infantería, acompañada de carros de guerra tirados por caballos, era siempre la masa principal del ejército y estaba formada generalmente por un lado por guerreros armados con lanzas, escudos, espadas, hachas o mazas y por otro por importantes contingentes de arqueros que diezmaban las filas enemigas durante los combates.
En la Grecia Clásica durante el siglo VIII a. C. aparece la falange, formación militar de infantería que durante siglos sería la dominante en el campo de batalla hasta la aparición y consolidación de la legión romana que demostró su superioridad en la batalla de Pidna en el siglo II a. C. Con la falange y sobre todo con la legión, la infantería pasa de actuar en masas que cargan de forma más o menos ordenada a formar bloques flexibles coordinados en la batalla que maniobra cambiando de posición hábilmente ante las reacciones enemigas, envolviendo y haciendo frente a contraataques, etc. La legión fue una formación que proporcionó a Roma absoluta superioridad durante siglos incluso en condiciones de inferioridad numérica evidente.
Durante la decadencia y caída de Roma la caballería cobraba cada vez más importancia por influencia persa, de pueblos de la estepa y germánica. Durante la Edad Media el feudalismo consolida este fenómeno dando absoluta supremacía en el campo de batalla al caballero pesadamente armado y convirtiendo a la infantería en una fuerza meramente auxiliar, para guarda de fortificaciones y castillos, etc. La infantería sigue el ejemplo de la caballería y utiliza la cota de malla y armaduras, más ligeras por supuesto.
La aparición al final de la Edad Media de monarquías fuertes deseosas de dominar totalmente a los señores, junto con cambios tácticos que benefician a la infantería, cambian el panorama. Los reyes necesitan ejércitos fuertes que tienen que mantener de su bolsillo y obviamente los soldados a pie son más baratos. En Inglaterra se desarrolla durante la Edad Media el arco largo, un arma capaz de lanzar una docena de proyectiles por minuto contra el enemigo, aunque precisa hombres fuertes y años de entrenamiento para dominarlo. Con grandes contingentes de arqueros los ingleses derrotan a la caballería feudal francesa en 1346 y 1415 en las batallas de Crécy y Azincourt. Finalmente en el siglo XV los suizos comienzan a exportar por todo el continente su forma de lucha, cuadros de infantes muy próximos entre sí armados con picas de cinco o más metros que contienen y ensartan a la caballería, desordenándola y frenándola, y entonces de su interior salen soldados armados con alabardas y mandobles que masacran a la caballería, parados y apretados los caballeros con pocas posibilidades de defenderse.
Perfeccionando la estrategia suiza y añadiendo la experiencia propia de la infantería durante la Reconquista y las del Gran Capitán en Italia, surge en España el tercio al final del siglo XV. La innovación más importante es la incorporación de grupos de ballesteros y arcabuceros que se desplegaban por los lados del cuadro de piqueros o tras las primeras filas y acribillaban con su fuego al enemigo. Poco a poco los arcabuceros van convirtiéndose en una unidad de élite encargada de los asaltos a fortificaciones y su proporción va aumentando, desapareciendo poco a poco los ballesteros a lo largo del siglo XVI. En la batalla de Pavía en 1525, los tercios españoles aplastan totalmente a la caballería feudal francesa de Francisco I, demostrando definitivamente el dominio absoluto de la infantería en el campo de batalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario